Después de más de 40
años y aún rockeando, el quinteto británico se niega a darse por vencido
después de los tropiezos que ha tenido últimamente, además de la sensible
pérdida hace algunos años, del legendario guitarrista K.K. Downing. Tratando de
levantar el vuelo de nueva cuenta aparecen con un disco que ha provocado
opiniones divididas, como sus últimos cuatro discos de estudio. Lo cierto es
que es un disco bueno, que adolece de algunas canciones de flojera como March
of the Damned, por ejemplo, pero que también cuenta con cortes muy buenos como
la abridora Dragonaut o Halls of Valhalla, entre otras. Lo que se extraña de
inmediato son los altos agudos de Halford, que aún conserva mucho de su
potencia vocal de antaño, aunque se le nota en algo que ya se esfuerza más para
hacer un buen papel. No es de extrañarse, con más de 60 años encima, de los
cuales 40 rockeando duro, nadie sale ileso. De hecho también se les nota
bastante a Tipton y a Hill el paso del tiempo, pero ahí siguen. Uno de los
secretos de Judas Priest, que no siempre le ha dado buen resultado, es que han
tratado de actualizarse en su sonido, en incluso en estilo. Este álbum no es la
excepción, y tratan de mantener actuales y no anacrónicos. Sin embargo el disco
no pocas veces ha sido tratado con crueldad, incluso saña, pero definitivamente
creo que supera a su antecesor, y lo más importante (al menos para varios) es
que regresó a su estilo conocido a diferencia del pomposo y no muy emocionante Nostradamus.
Tiene 13 temas, de los cuales, tres al menos hubieran hecho bien en no
meterlos, y con ello hubieran logrado un mejor resultado. No es perfecto, ni se
le acerca mucho a sus clásicos, pero no está de más oírlo.
No comments:
Post a Comment