Viejos conocidos por estas tierras
olvidadas de Dios, debido a sus dos visitas hace unos años en los que tocaron
en el D.F., Guadalajara, Tlaxcala y el Edomex. Bien, este es su tercer disco en
el que han cambiado, aunque no de manera radical. Puede ser que ahora se le de
un poco más de peso a la melodía que a la velocidad y la agresividad, pero el estilo sigue siendo
Thrash Metal, más pulido y cuidado que el de la mayoría de los grupos actuales
que son más atascados. La producción es muy buena, pues mantiene la potencia
que el género demanda, pero a la vez los instrumentos se oyen claros y
definidos. De hecho hasta el bajo se oye. Puede ser que la banda no sea la más
original, pero con el paso del tiempo han intentado labrar un estilo más
personal, y por ello no temen al experimentar con cosas poco usadas en el
Thrash pero coherentes, como ese interludio en bajo y efectos en la trabajada
Echnaton, o la guitarra acústica y percusión de Poetry in Black o la larguísima
y variada Final Curtains. Algo que siempre ha tenido cabida en la banda son los
solos de guitarra, que en este disco también abundan y que le mantienen ese
aspecto rocker que se ha perdido mucho últimamente en el Thrash. Como se puede
esperar la producción es moderna, pero logra algo poco común hoy en día: no
hace sonar al grupo genérico. Por supuesto que el estilo del grupo tiene que
ver directamente con ello. El disco en sí mismo es muy bueno y no decae si uno
sabe escucharlo, o sea, con atención. Definitivamente es una banda que se sale
de lo trillado en el Thrash Metal, y no sólo con su música, si no también con
su imagen. Así que si quieres un disco que no sea lo mismo choteado de
toda la vida este puede que sea lo que buscas. Un poco más
de distorsión a la guitarra hubiera quedado muy bien.
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